
En un pasillo donde las paredes son apenas un susurro de luz, las esquinas se pliegan como origami, revelando un horizonte que danza. Cada mobiliario, un fragmento de memoria, flota en la transparencia del aire; recordando ciudades invisibles, donde el tiempo se pliega y despliega en capas de posibilidades.
En un pasillo donde las paredes son apenas un susurro de luz, las esquinas se pliegan como origami, revelando un horizonte que danza. Cada mobiliario, un fragmento de memoria, flota en la transparencia del aire; recordando ciudades invisibles, donde el tiempo se pliega y despliega en capas de posibilidades.