
En este retablo de azulejos, donde lo brillante y lo opaco coquetean, la cena se convierte en un festín de colores. Aquí, la elegancia se viste de ironía, recordándonos que la verdadera opulencia reside en lo efímero, como un susurro en la brisa.
En este retablo de azulejos, donde lo brillante y lo opaco coquetean, la cena se convierte en un festín de colores. Aquí, la elegancia se viste de ironía, recordándonos que la verdadera opulencia reside en lo efímero, como un susurro en la brisa.