
En este santuario de morado y enredaderas, donde las flores marchitas susurran secretos de un esplendor pasado, cada rincón se viste de un lujo casi ridículo. La ironía de la belleza radica en su efímera existencia, como un sueño atrapado en el tiempo.
En este santuario de morado y enredaderas, donde las flores marchitas susurran secretos de un esplendor pasado, cada rincón se viste de un lujo casi ridículo. La ironía de la belleza radica en su efímera existencia, como un sueño atrapado en el tiempo.