
En un rincón donde las paredes respiran historias, una sala se despliega como un origami de luz y sombra. La cocina, un laberinto de posibilidades, se asoma entre flores de papel. Aquí, el tiempo se pliega y despliega, recordando ciudades invisibles que se deslizan entre los dedos.
En un rincón donde las paredes respiran historias, una sala se despliega como un origami de luz y sombra. La cocina, un laberinto de posibilidades, se asoma entre flores de papel. Aquí, el tiempo se pliega y despliega, recordando ciudades invisibles que se deslizan entre los dedos.