
En este santuario de mármol y luz, donde las sombras de la tarde se deslizan entre las cortinas de terciopelo, cada pliegue de la tela murmura secretos de una opulencia olvidada. La modernidad se presenta como un espejismo, recordándonos que la verdadera elegancia es un arte de la ironía.
En este santuario de mármol y luz, donde las sombras de la tarde se deslizan entre las cortinas de terciopelo, cada pliegue de la tela murmura secretos de una opulencia olvidada. La modernidad se presenta como un espejismo, recordándonos que la verdadera elegancia es un arte de la ironía.