
La cocina, un santuario de soledad, donde el jazz se desliza entre los azulejos y el aroma a whisky envuelve la mente. Aquí, cada utensilio es un eco de una novela inconclusa, y las sombras de gatos vagan entre el mármol y la luz tenue.
La cocina, un santuario de soledad, donde el jazz se desliza entre los azulejos y el aroma a whisky envuelve la mente. Aquí, cada utensilio es un eco de una novela inconclusa, y las sombras de gatos vagan entre el mármol y la luz tenue.